1.
A fines de enero pasado el señor Emilio Chauyffet, flamante ministro de
Educación Pública del país, se dirigió a líderes
y conductores de CONAFE en Motul
Yucatán. Los exhortó a atender a un millón (de los 10 millones de niños de 0 a
3 años de edad) que cursan educación inicial; a 5 millones de analfabetos y 10
millones de analfabetos funcionales; a 17 millones que no terminaron la
secundaria, así como a 32 millones que sufren rezago, que están al borde de la
pobreza y de las oportunidades. A pesar de que datos que da el secretario de
Educación buscan esconder los problemas que determinan la pésima educación
mexicana, los datos que proporcionan son alarmantes para quienes pensábamos que
el analfabetismo y el rezago educativo no era tan grave.
2. México desde siempre ha estado tronado en su sistema
educativo por culpa de los planeadores, organizadores y financiadores de la
educación (todos los gobiernos y empresarios). Éstos que son los que
determinan planes, programas, metodologías, cursos, resultados, financiamiento-
siempre han culpado a maestros, estudiantes y padres de familia, cuando ellos
lo único que han hecho es obedecer a la autoridad y en los últimos tiempos
rebelarse contra las órdenes por la evidencia del derrumbe educativo y del país
en todos los campos. ¿O algún tonto ignora que cada sexenio es el presidente y
su ministro quienes trazan su política educativa? Lo único que han hecho los
maestros es defender sus intereses como trabajadores.
3. Nunca
los gobiernos de México a pesar de los discursos de los funcionarios- han
puesto en primer lugar el problema educativo. En lo últimos 10 años han subido
el porcentaje de la inversión educativa del PIB del 4 al 5.5 por ciento
obligando a que los sectores privados inviertan el 1.2 por ciento; pero a
cambio han entregado un alto porcentaje de la educación pública al sector
privado. Nuestro país a duras penas destinaba el 4 por ciento mientras otros
países dedicaban el 8 o 12 por ciento a educación; ahora con mucho retraso
porque el daño está hecho- ha subido un poco aunque tampoco existe ningún
control del desvío por enormes salarios de funcionarios y gastas fuera de
programación.