A partir de las movilizaciones exigiendo la aparición de los 43 estudiantes desaparecidos por policías se ha comenzado una radicalización de varios sectores en los movimientos sociales. Hay cada vez más personas que se involucran en actividades políticas de diversa índole con un fuerte anti-estatismo y que no temen confrontar a las instituciones directamente. Hay que entender que los niveles de violencia, desigualdad y corrupción han llegado a tal grado que la mayoría de la población vive totalmente subyugada, muchas veces con métodos violentos. En medio de esta violencia estructural se dan formas de resistencia que han culminado con el incendio de edificios, autobuses, patrullas y puertas en distintas ciudades de México. La reproducción masiva de estos grupos es parte de distintos desarrollos que han ido acompañados del desprecio institucional y la violencia policiaca.
En este contexto los medios de comunicación oficialistas y algunos de los de “izquierda” han ido gestando una campaña de desprestigio, miedo, desconfianza y desmovilización centrada en los famosos “infiltrados” que supuestamente “desacreditan” marchas o “justifican” la represión. Estos discursos vienen desde arriba, el mismo Peña Nieto y los organismos empresariales lo han repetido. Al focalizar y culpar al “infiltrado” se diluye la responsabilidad estatal, se le resta importa a la brutalidad policiaca. Creer que hubo un operativo bien planeado con el fin de desalojar el zócalo fue causado para “detener” a 50 personas que estaban “atacando la puerta de palacio nacional” es como creer que los 4 agentes policiacos en la UNAM de los que uno disparo contra estudiantes estaban allí “haciendo pesquitas” sobre un celular robado.
El “infiltrado” no es un agente hecho para “restar legitimidad” ni para “provocar la represión”, la legitimidad la tiene cualquier manifestación contra este régimen totalitario y el gobierno nunca ha necesitado pretexto para reprimir, cuando no lo tiene lo inventa posteriormente (Como están haciendo respecto a las detenciones en los alrededores del aeropuerto). El “infiltrado” esta allí para causar división, para identificar a las personas más activas, para desprestigiar a quienes apoyan la acción directa y la auto defensa. Es extremadamente difícil reconocer a la mayoría de los infiltrados, excepto a los que mandan de una manera obvia para presumir la impunidad con que pueden actuar. Pueden desaparecer a 43 normalistas sin dar explicaciones coherentes.
Entre el 14 y el 15 de Noviembre fueron detenidos Julián Luna, Bryan Reyes y Jaqueline Santana en los alrededores de sus casas, unas horas antes de que un policía disparara sobre estudiantes dentro de la UNAM. Desde ese día, en que Peña Nieto dijo que podía usar la fuerza pública se ha ido recrudeciendo la represión en todo el país. La represión del 20 de Noviembre en el Zócalo ha sido ya la declaratoria de guerra contra los movimientos sociales, estamos ante el preámbulo o los inicios de una nueva Guerra Sucia.