viernes, 28 de febrero de 2014

Analfabetismo, rezago, inversión educativa y falta de interés por la educación.



1. A fines de enero pasado el señor Emilio Chauyffet, flamante ministro de Educación Pública del país, se dirigió a líderes y conductores de CONAFE en Motul Yucatán. Los exhortó a atender a un millón (de los 10 millones de niños de 0 a 3 años de edad) que cursan educación inicial; a 5 millones de analfabetos y 10 millones de analfabetos funcionales; a 17 millones que no terminaron la secundaria, así como a 32 millones que sufren rezago, que están al borde de la pobreza y de las oportunidades. A pesar de que datos que da el secretario de Educación buscan esconder los problemas que determinan la pésima educación mexicana, los datos que proporcionan son alarmantes para quienes pensábamos que el analfabetismo y el rezago educativo no era tan grave.


2. México desde siempre ha estado tronado en su sistema educativo por culpa de los planeadores, organizadores y financiadores de la educación (todos los gobiernos y empresarios). Éstos –que son los que determinan planes, programas, metodologías, cursos, resultados, financiamiento- siempre han culpado a maestros, estudiantes y padres de familia, cuando ellos lo único que han hecho es obedecer a la autoridad y en los últimos tiempos rebelarse contra “las órdenes” por la evidencia del derrumbe educativo y del país en todos los campos. ¿O algún tonto ignora que cada sexenio es el presidente y su ministro quienes trazan su política educativa? Lo único que han hecho los maestros es defender sus intereses como trabajadores.


3. Nunca los gobiernos de México –a pesar de los discursos de los funcionarios- han puesto en primer lugar el problema educativo. En lo últimos 10 años han subido el porcentaje de la inversión educativa del PIB del 4 al 5.5 por ciento obligando a que los sectores privados inviertan el 1.2 por ciento; pero a cambio han entregado un alto porcentaje de la educación pública al sector privado. Nuestro país a duras penas destinaba el 4 por ciento mientras otros países dedicaban el 8 o 12 por ciento a educación; ahora –con mucho retraso porque el daño está hecho- ha subido un poco aunque tampoco existe ningún control del desvío por enormes salarios de funcionarios y gastas fuera de programación.

¿Por pacífico, será Yucatán el paraíso de vida para empresarios, narcotraficantes y gobernantes?



1. Yucatán, desde hace por lo menos dos siglos, es el estado de la República Mexicana donde no pasa nada porque al parecer a los yucatecos les vale un carajo la política y todo. Con excepción de la maravillosa Guerra (indígena) de Castas derrotada a mediados del siglo XIX y luego extirpada 50 años después, en Yucatán no hubo lucha por la Independencia (1810-21), batallas por la Reforma (1856-72) y la Revolución Mexicana (1910-17) tuvo que ser impuesta por Salvador Alvarado en 1915 con la terrible oposición de los hacendados que usaron a sus trabajadores acasillados como ejército.


2. Lázaro Cárdenas también –ante el poderío de la “Casta Divina” (unión de hacendados y clero)- para debilitarla, tuvo que expropiar ¾ partes de tierras de hacendados en 1937 para crear ejidos colectivos henequeneros; pero a partir de 1992 con el desplome de la producción henequenera, el gobierno de Salinas impuso la ley de reprivatización de tierras. Quizá por ese pacifismo yucateco unos pensamos desde hace muchas décadas que Yucatán es el paraíso para que vivan sin peligro con sus familias o amantes los grandes millonarios del mundo y, entre éstos, los grandes narcotraficantes, empresarios y políticos.


3. El valioso reportero David Rico del Diario Por Esto!, nos ha dado a conocer hoy una magnífica denuncia: “Se apoderaron de 800 hectáreas del ejido de Chelem (puerto vecino de la ciudad y puerto de Progreso –a unos 30 kilómetros de Mérida-) los multimillonarios Emilio Díaz Castellanos, Alberto Lacarra Zurita, Jalil Xacur Zentella y Arturo Quirarte Dayarse porque retorcieron la Ley Agraria –usando prestanombres- proyectando construir un lugar de ensueño con complejo inmobiliario y pistas para aviones privados; se llamaría “El Palmar”.