miércoles, 5 de junio de 2019

La interminable manipulación procesal del caso de Julian Assange


Es asombroso que sigamos oyendo decir, a personas bien informadas y por lo demás razonables, que Julian Assange “huyó de las acusaciones de violación formuladas contra él por la justicia sueca escondiéndose en la embajada ecuatoriana en Londres”.
Esa breve frase encierra al menos tres errores factuales. En realidad, solo podría repetirla quien haya estado escondido bajo una roca los últimos años o que base su opinión sobre Assange en lo que sobre él han vertido los medios corporativos, que para el caso es lo mismo, incluyendo publicaciones supuestamente liberales como el Guardian o la BBC.
El hecho de que The Guardian –supuestamente el mayor defensor de los valores liberales de los medios británicos– pueda hacer esta afirmación cuajada de errores después de casi una década cubriendo el caso de Assange es simplemente alucinante. Y que la haga días después de que Estados Unidos finalmente admitiese querer encerrar a Assange 175 años por falsas acusaciones de “espionaje” –algo que cualquiera que no esté voluntariamente ciego siempre ha sabido que entraba en los planes de Estados Unidos– es todavía más escandaloso.
Assange no se enfrenta a ninguna acusación en Suecia, y menos aún a la de “violación”. Como explicaba recientemente el antiguo embajador británico Craig Murray, el Guardian ha estado engañando a sus lectores al afirmar falsamente que el procedimiento iniciado por un fiscal sueco para extraditar a Assange –aunque la iniciativa no haya sido aprobada por la judicatura sueca– equivale a su arresto por acusaciones de violación. Y no, no tiene nada que ver.
Tampoco Assange buscó asilo en la embajada para evadir la investigación sueca. Ningún Estado del mundo concede asilo político a un extranjero para evitar un juicio por violación. El asilo se concedió por razones políticas. Ecuador, con razón, dio crédito a Julian Assange cuando este manifestó su preocupación porque EE.UU. intentara su extradición y lo encerrara de por vida.
Las noticias más recientes, por supuesto, han vuelto a dar la razón a Assange.
Atrapados en la mentalidad borreguil
El hecho de que muchas personas corrientes sigan cometiendo estos errores básicos tiene una explicación obvia: los medios corporativos siguen incurriendo en dichas falsedades.
No se trata del tipo de errores que pueden explicarse aludiendo a lo que un periodista llamó “churnalism”: los periodistas que buscan noticias de última hora en oficinas mermadas por los recortes presupuestarios y que están demasiado sobrecargados de trabajo para cubrir las historias como es debido.
Los periodistas británicos han tenido tiempo para entender los hechos, muchos años. En esta época de redes sociales, tanto lectores como activistas han bombardeado a los redactores del Guardian y de la BBC con mensajes porque estaban falseando los hechos en el caso de Assange. Pero los periodistas continúan haciéndolo, de todos modos. Están atrapados en una mentalidad borreguil completamente alejada de la realidad.
En lugar de escuchar a los expertos, o al sentido común, estos “periodistas” siguen regurgitando los puntos de vista del aparato de seguridad británico, que son tan ciertos como idénticos a los de la seguridad del Estado de EE.UU.
Lo que resulta más sorprendente en la cobertura de este caso es la enorme cantidad de anomalías legales que encierra, y que se han venido acumulando sin descanso desde sus inicios. Prácticamente nada ha funcionado según el reglamento de los procedimientos legales. Y sin embargo, este hecho tan revelador nunca se pone de manifiesto ni se comenta en los medios corporativos. Hay que tener una ceguera del tamaño de Langley, Virginia (1) para no darse cuenta.
Si Assange no fuese el fundador y portavoz de Wikileaks, si no hubiese puesto en evidencia a los principales estados occidentales y a sus líderes al divulgar sus secretos y crímenes, si no hubiera creado una plataforma que permite a los denunciantes de conciencia revelar los atropellos del poder establecido occidental, si no hubiera socavado el control que dicho poder ejerce sobre la difusión de información, nada de lo que ha pasado en los últimos diez años habría tenido lugar.
Si Assange no hubiera sido el artífice de una revolución de la información que atenta contra la matriz narrativa creada al servicio del Estado de seguridad de EE.UU., las dos mujeres suecas –insatisfechas con el comportamiento sexual de Assange– habrían conseguido exactamente lo que dijeron que querían en su declaración como testigos: presión de las autoridades suecas para que se hiciera una prueba de VIH que las tranquilizara.
Se le habría permitido volver a Reino Unido (como de hecho le permitió el fiscal sueco) y habría continuado desarrollando y redefiniendo el proyecto Wikileaks. Eso nos habría ayudado a ser más conscientes de cómo nos manipulan, no solo nuestros servicios de seguridad, sino también los medios corporativos que tan a menudo actúan como sus portavoces.
Y esa es precisamente la razón por la que eso no ocurrió y por la que Assange ha permanecido detenido de diversas maneras desde 2010. Desde entonces, su capacidad para cumplir con su papel de divulgador de delitos del Estado de alto nivel ha sido progresivamente mermada, hasta el punto de que tal vez no pueda volver a supervisar y dirigir Wikileaks nunca más.
Fuente y nota completa: Nueva Revolución.

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