El pasado
fin de semana la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente anunció la
clausura total y temporal de la mina Natividad, enclavada de manera arbitraria
en el centro de la comunidad indígena Capulalpam de Méndez, en la Sierra
Juárez.
La Sierra
Juárez de Oaxaca es una de las regiones rurales del país con mejor organización
y tradición para el cuidado y el manejo del bosque. Es una región indígena,
habitada milenariamente por comunidades zapotecas y chinantecas. Cuenta con
considerables superficies de Bosque Mesófilo de Montaña, ecosistema que es muy
importante por su biodiversidad y riqueza de hábitats, considerado por Conabio
como una ‘joya de la corona de la biodiversidad mexicana’ y que se encuentra fuertemente amenazado.
Ahí se
gestó la lucha en contra de las concesiones madereras impuestas por las
autoridades federales en la primera mitad del siglo XX. Mediante aquellas
concesiones, durante más de medio siglo el gobierno federal entregaba los
bosques comunales a empresas privadas y paraestatales para que los explotaran a
su antojo. La fábrica de papel Tuxtepec infringió en ese tiempo fuerte daño a
los bosques oaxaqueños, y a cambio pagaba magras sumas de dinero a las
comunidades indígenas, propietarias del bosque, por concepto de ‘derecho de
monte’. Las comunidades indígenas de la región pusieron un alto a esa política
de concesiones forestales y lograron cambiar la ley. Ahí se establecieron
algunos de los primeros aprovechamientos forestales por parte de las
comunidades propietarias de los territorios. También se fundaron coaliciones
comunitarias ejemplares, como la histórica UZACHI (Unión de Comunidades
Forestales Zapotecas y Chinantecas), que ha tenido un liderazgo mundial en el
manejo forestal comunitario y sustentable.
Pese a la
importancia ambiental de la zona, y pese a ser de propiedad indígena, el
gobierno le concesionó también el subsuelo, desde hace décadas, a la compañía
minera Natividad, hoy asociada con el consorcio canadiense Continuum Resources
LTD, para la apertura de un tajo y el emplazamiento de instalaciones para la
explotación de oro, plata y otros minerales. Durante muchos años la mina, con
sus presas de jales y su manejo de sustancias extremadamente tóxicas, como
plomo, arsénico y cadmio, ha contaminado gravemente el Río Capulalpam,
tributario del sistema del Río Papaloapan que pasa por cientos de comunidades y
desemboca en el Golfo de México. Tres presas de jales se derrumbaron ahí en el
2010. A lo largo del cauce del río la mina ha dejado una estela de muerte donde
antes había una riqueza ambiental que proporcionaba alimentos y agua pura a los
pobladores, y hábitat para innumerables especies animales y vegetales. No sólo
el río, sino tierras agrícolas, bosques y poblados han resultado severamente
dañados.