Hasta el día de hoy, Javier Duarte, ex gobernador de
Veracruz, tiene en su haber el premio a la corrupción y al cinismo del México
contemporáneo. No hubiera podido llevar a cabo semejante hazaña sin el apoyo
del presidente Enrique Peña Nieto. Nadie puede tragarse el cuento de que
inteligencia militar, el CISEN y las áreas de inteligencia de la Embajada de
Estados Unidos en México no supieron nada. La Embajada de Estados Unidos hizo
todo un seguimiento de Duarte que entregó puntualmente al secretario de
gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Una de las banderas de campaña del hoy gobernador de
Veracruz, Miguel Ángel Yunes, fue “meter a la cárcel” a Javier Duarte. Lo dijo,
una y otra vez. Era, en ese momento, la respuesta que esperaban escuchar los
electores veracruzanos. El escandaloso precedente veracruzano hizo pensar a
varios que las cosas con Miguel Ángel Yunes serían distintas a como siempre han
sido. De nueva cuenta, Veracruz no es la excepción a la regla. Al contrario,
sigue las mismas prácticas de la simulación tan nuestra. Véase si no.
1.- El gobernador Miguel Ángel Yunes Linares ha anunciado a
la opinión pública que ha ido recuperando bienes del Estado. No ha dicho,
empero, cómo ha hecho semejante odisea. ¿A cambio de qué? No hay, hasta donde
tengo conocimiento, actos de autoridad fundados y motivados que sustenten todos
y cada uno de esas “recuperaciones” de bienes, lo que abre la duda de que se
hayan generado acciones al margen del Estado de derecho. No se puede combatir
la ilegalidad con la ilegalidad. Eso parece estar pasando ahora en el Veracruz
con Yunes Linares que parece privilegiar el pragmatismo, aunque sea contrario a
la Constitución y las leyes, dejando un presumible espacio para que florezca la
impunidad disfrazada de negociación. Es como si se tratara del desencuentro de
dos cárteles del crimen organizado y no del Estado que debe jugar como el
técnico y Duarte y sus secuaces que han jugado y juegan como los rudos alejados
de todo vestigio de legalidad.