A unos días de que se elija un nuevo gobernador en Michoacán, los tres aspirantes más fuertes –Luisa María Calderón Cocoa, del PAN; el priista Ascención Chon Orihuela, y el perredista Silvano Aureoles– llevan una carrera muy pareja. Sin embargo, y más importante que eso, los comicios michoacanos vuelven a enfrentar la violencia, denuncias de corrupción y la asechanza del crimen organizado.
Al cierre de las campañas, la violencia se desató en Michoacán con la muerte de 42 civiles, presumiblemente miembros del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), y un policía en el Rancho del Sol el pasado viernes 22. Cuatro días después, en la Sierra de Ostula, ocurrió un enfrentamiento entre autodefensas de la costa contra remanentes de Los Caballeros Templarios, lo que dejó seis muertos, entre ellos el comandante de la policía comunitaria Reginaldo Rodríguez Flores.
También arreciaron las denuncias de injerencia de grupos criminales en las campañas y las acusaciones de corrupción contra los candidatos a gobernador, principalmente Orihuela y Aureoles.
El pasado 16 de abril, Miguel Ángel Chávez Zavala, dirigente del Comité Estatal del PAN, denunció la presencia de grupos criminales en el municipio de Purépero, que amenazaron e intimidaron a sus candidatos a regidor y síndico municipal y a sus familias.
“Es inaceptable que de nueva cuenta la delincuencia organizada pretenda incidir activamente en el proceso electoral para colocar autoridades municipales a modo y en complicidad para conservar el control y el desarrollo de sus actividades ilícitas”, dijo.
Paralelamente, en la zona de Tierra Caliente la situación es muy difícil, sostienen el exautodefensa Domingo Barajas y el padre Gregorio López, exvicario de la catedral de Apatzingán.