Los medios de comunicación dentro y fuera de México silencian los movimientos sociales que, como en España y en otros lugares del mundo, buscan dotar de contenido a una democracia que consideran vacía. El bombardeo de noticias sobre violencia, sobre la captura de tal o cual capo del narcotráfico o sobre la negativa del futbolista Carlos Vela a ir con su selección al mundial eclipsa el trabajo de ciudadanos como John Ackerman.
Este profesor doctor de Ciencias Políticas, investigador y analista no sólo desarrolla su actividad en las aulas o dentro de un despacho. Su contacto con “la calle” se nota en la fuerza con la que promueve nuevas formas de participación social cuando la clase política en México ha perdido legitimidad de ejercicio y que, desde su punto de vista, merece ser expulsada de sus cargos públicos. Las nuevas fórmulas de hacer política que propone se plasman en el Congreso Popular, un espacio de expresión, de diálogo y de debate que ha tomado forma en las últimas semanas para ganar espacio público al margen de los partidos políticos.
No hay rastro de su origen cuando escribe para Proceso, La Jornada y otros medios de comunicación en español considerados de izquierdas, además de grandes medios internacionales. No todos los días se conoce a un “born and raised American” que se declare 100% mexicano, que mantenga una postura crítica con la democracia estadounidense, la mexicana y de los países occidentales en general.
El primer contacto para nuestra entrevista se produce en una plaza de México D.F. Ackerman nació y pasó su adolescencia en Estados Unidos. Hablamos hasta que sus hijas bajan del autobús que las trajo del colegio y se produce la despedida con una promesa: mantener el contacto. Promesa cumplida con este segundo encuentro por Skype.
Usted nació en Estados Unidos pero habla como hablaría un analista mexicano. ¿Tiene doble nacionalidad?
Nací en Estados Unidos, donde viví mi infancia y mi adolescencia, pero me nacionalicé mexicano hace unos veinte años. Mi patria es la patria mexicana. Tengo amigos, familia y mucho cariño al pueblo estadounidense. Me parece valiosa y valiente su historia. Pero el gobierno de Estados Unidos me parece profundamente antipopular, antidemocrático. El gobierno de Obama ha sido una decepción. No veo mucha esperanza, pero sí la veo en México. Hay un debate público más dinámico plural, más abierto que no existe en Estados Unidos.
¿Alguna vez lo han acusado de traidor o de infiltrado?
Los adversarios siempre descalifican. He sido blanco de muchos ataques, tanto en México como en Estados Unidos. No soy “anti nada”… Estoy a favor de los intereses de la sociedad, reivindico el derecho del pueblo mexicano a decidir su futuro y no permitir una “integración norteamericana” bajo el mando de Washington. Estos ataques me fortalecen. Que me lean y que me escuchen quiere decir que estamos influyendo.
¿Existe en México una democracia real?
No. No es una cuestión sólo de México, sino global. Así como se generó un descontento social ciudadano en el comunismo real, hoy tenemos un descontento equivalente en las democracias liberales. Ya no satisfacen a la gente. México es un escenario muy especial para vislumbrar este malestar. Tiene una amplia experiencia con lo que podemos llamar “elecciones inútiles”. Porfirio Díaz, el dictador del siglo XIX, ganó ocho elecciones. Sabemos por experiencia que las elecciones en sí no implican democracia. Y no me refiero a cuestiones sustantivas como democracia directa o justicia social, sino a una democracia representativa formal. La celebración de comicios no representa la voluntad de la gente. Para tener una verdadera democracia se necesitan unas elecciones auténticas. La pregunta es: ¿tenemos unas elecciones auténticas? Estamos viendo una continuidad histórica con las elecciones que siempre hemos tenido en México. En 2000 se cambió de un partido a otro. “La oposición ganó”. Pero el criterio fundamental no debe ser si gana la oposición, sino si la sociedad es tomada en cuenta y participa en las elecciones. ¿Las elecciones son un reflejo de soberanía popular o una vía para legitimar los arreglos populares? En España, Estados Unidos apenas empiezan a darse cuenta de la falta de democracia real, pero nosotros lo hemos sabido siempre, tenemos una madurez ciudadana más desarrollada, lo cual va en contracorriente de las creencias generalizadas sobre una pobre cultura política de México. Pero no es así. Tenemos una sofisticada cultura política con altas exigencias respecto a las elecciones y por eso México se convierte en un ejemplo de fraude de democracia electoral pero también ejemplo de un espacio donde se generan nuevas iniciativas.