lunes, 12 de enero de 2015

Francia y México: Una Sola Lucha


El pasado miércoles, el presidente francés, Francois Hollande, acudió inmediatamente a la escena de la masacre en la revista Charlie Hebdo y declaró tres días de luto nacional. En contraste, Enrique Peña Nieto todavía no ha pisado Iguala, y ha exigido a la sociedad mexicana “superar” la trágica pérdida de 46 luchadores sociales de la Escuela Normal “Isidro Burgos” de Ayotzinapa. En lugar de viajar a las montañas de Guerrero, el presidente mexicano prefirió ir primero a China y después a Washington para vender los activos del país y recibir órdenes del imperio. Se confirma una vez más para quién “gobierna” el actual ocupante de Los Pinos.

También llama la atención cómo numerosos comentaristas y políticos mexicanos se escandalizan con los ataques en París pero se callan frente a hechos similares en su propio país. Estos analistas de "high society" asumen una actitud abiertamente colonial desde la cual las vidas y los derechos de los europeos tendrían un valor más elevado que los de sus colegas latinoamericanos.

Tanto en el caso francés como en el mexicano, personajes fuertemente armados y bien organizados silenciaron importantes voces críticas. Ambas masacres son crímenes de lesa humanidad y constituyen inaceptables ataques a la libertad de expresión. Todos los mexicanos deberíamos solidarizarnos con el noble pueblo francés, de la misma manera en que ellos generosamente lo han hecho con la causa de los estudiantes de Ayotzinapa.

El hecho de que en un caso los ataques hayan sido reivindicados por islamistas y en el otro sean el resultado de la captura de las instituciones públicas, locales y federales, por el crimen organizado, no altera en absoluto la esencia de ambos crímenes. Tampoco cambia la situación el hecho de que en Francia las víctimas son caricaturistas y en México estudiantes normalistas. La principal actividad de ambos grupos es promover el análisis crítico de la sociedad y de las instituciones públicas.

Además, todos los informes internacionales demuestran que México es hoy uno de los países más peligrosos en el mundo para ejercer el oficio periodístico. Cotidianamente los periodistas críticos son amenazados, desaparecidos, encarcelados y acosados. Docenas de informadores han sido cobardemente asesinados en los últimos años, muchos directamente en su lugar de trabajo. Peña Nieto tampoco ha hecho nada para detener esta constante subversión de los principios democráticos de la República Mexicana.

Sería ingenuo atribuir las contrastantes respuestas presidenciales en Francia y México a las evidentes diferencias con respecto a las capacidades políticas o intelectuales de los mandatarios correspondientes. Tampoco estaría esto relacionado con las distintas “culturas políticas” en las dos naciones. Ambos pueblos comparten una gran tradición de tolerancia y respeto para los derechos humanos surgida de revoluciones sociales que pusieron el ejemplo al mundo: la francesa en materia de derechos civiles y políticos durante el siglo XVIII, y la mexicana con respecto a los derechos económicos y sociales en el siglo XX. Las dos tradiciones constitucionales se comparan favorablemente con el individualismo, el consumismo y la privatización del espacio público que predominan en Estados Unidos.

Policía frena a padres y normalistas en Iguala.


Padres de familia se enfrentaron contra elementos de la policía militar antimotín y policía estatal e intentaron entrar a las instalaciones del 27 Batallón de infantería en Iguala para buscar a los 42 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
Estudiantes que también se encontraban en las inmediaciones del batallón fueron agredidos por elementos de la policía antimotín con gas lacrimógeno y extintores.
Un camión de coca-cola así como uno de corona fueron utilizados para derribar el portón de la entrada del batallón y reclamar con vida a los 42 estudiantes.
En el enfrentamiento que se convirtió en una batalla campal durante 50 minutos, al menos un periodista, un estudiante y dos padres de familia resultaron heridos.
La campaña se prolongó sin que los padres lograran su objetivo y el intento por derribar los portones y buscar a sus vástagos dejó huella en las afueras del Colegio Militar.