‘‘Vengo con la mano extendida’’: Mireles; señala Mora que
la cárcel lo hizo fuerte
Los venidos de la Tierra Caliente michoacana son fácilmente
identificables por dos cosas: los sombrerotes y la desconfianza. Aunque estén
en el Polyforum Siqueiros, en el sur de la ciudad de México, a muchos
kilómetros de distancia de los caminos y brechas donde han ‘‘topado’’ a los
sicarios, algunos, los que están detrás de los jefes en el escenario, voltean
de un lado a otro, por si algo se ofrece.Habla José Manuel Mireles, una vez concluido el plazo del
gobierno para dar fin a las autodefensas, destituido como vocero mediante un
acta que la mayoría no firmó (aunque muy pocos dijeron que no, una vez que se
anunció la determinación del comisionado Alfredo Castillo).
Mireles se acaba de quitar la camiseta, como el 10 de mayo
se la quitó Estanislao Beltrán, Papá Pitufo. Sólo que el segundo lo
hizo para ponerse la camisola azul de policía que le dio el comisionado, y
Mireles se enfunda en una playera blanca, con la bandera nacional y la leyenda
que da nombre al acto del día: ‘‘Yo soy autodefensa’’.
¿Adónde van las autodefensas?, preguntan los enterados
frente al rompecabezas michoacano. Por lo pronto, una parte –a Mireles lo
acompaña Hipólito Mora, a quien todos reconocen como fundador del movimiento–
viene a la capital del país a buscar cobijo de organizaciones y personalidades.
Los que pintaron su raya
No todos los siguieron en ese camino. El poeta Javier
Sicilia asistió a alguna de las reuniones previas, pero ‘‘pintó su raya desde
el principio. Dijo que no se podía ligar la palabra autodefensas de las armas,
y que él no le entraba’’, cuenta uno de los participantes en las juntas
preparatorias. Algo similar pasó con la activista contra el secuestro Isabel
Miranda de Wallace.
Por eso, aun con escoltas, Mireles viene a decir que de
armas, de aquí en adelante y en lo que anuncia como un incipiente movimiento
nacional de autodefensas, nada. Aunque, antes, su mensaje es para el gobierno:
‘‘Vengo con la mano extendida, porque así como logramos grandes cosas
coordinándonos con el gobierno, también señalo que no se puede lograr más
avance y reconstrucción si nos separamos en este punto, a menos que contemos
con la solidaridad del pueblo de México’’.
En este punto, el médico de Tepalcatepec subraya para qué
buscan el apoyo popular: ‘‘No para levantarse todos en armas; no podemos desearles
este calvario a todos nuestros compatriotas. Que no haya duda, no es nuestro
objetivo llamar a la insurrección armada nacional, ¡no!’’
Mireles es quien se lleva más aplausos del foro, el más
buscado por los medios: ‘‘Llamamos a la insurrección de conciencias, a la
solidaridad y a la responsabilidad. Queremos que en los estados de la República
que aún no se vean en la necesidad en que nosotros nos vimos de tomar las
armas, puedan darse soluciones pacíficas que reconstruyan el tejido social, a
tiempo, ¡ahorita!’’
Hipólito Mora, primer alzado en armas, cuenta para Chilangolandia lo
que tanto ha contado a la sombra de los limoneros: la ruta de su decisión, la
historia de la guerra michoacana como un asunto de pesos y
centavos, pues él se levantó sencillamente porque los templarios ordenaban
a los empacadores no comprar el limón de su huerta y la de su hijo.
Acusado por el gobierno de dos asesinatos, exculpado por el
mismo gobierno, Mora promete que va a seguir en su lucha, aunque los últimos
bloqueos para exigir la liberación de los comunitarios presos fueron
organizados por sus rivales.