miércoles, 8 de enero de 2014

En memoria de los rebeldes socialistas yucatecos de 1924.

Felipe Carrillo Puerto y cientos de asesinados y reprimidos,
a 90 años del fin de una primavera popular yucateca

El 3 de enero de 1924 fue asesinado el gobernador constitucional yucateco Felipe Carrillo Puerto; fusilado antes del amanecer en el panteón general de Mérida, con 12 dirigentes más del Partido Socialista del Sureste y del gobierno local que éste encabezaba (entre ellos 3 de sus hermanos).
Fusilados tras un irregular juicio militar sumario. Tenía 49 años y era el dirigente socialista más prestigiado del partido que estaba emprendiendo importantes cambios sociales, económicos, culturales y políticos en Yucatán, bajo el afán de justicia social y el impulso transformador de la revolución nacional de aquellos años.
Había sido electo por amplia mayoría, gobernador constitucional, en elecciones pacíficas, legales y plenamente legítimas en noviembre de 1921 e iniciado su gobierno en febrero de 1922, a contra corriente de la oligarquía y la derecha local, que complotaría en su contra hasta lograr el derrocamiento y el asesinato de los dirigentes y principales impulsores.
Este brutal crimen y atentado contra la más elemental legalidad y base civilizatoria, abrió un periodo de represión y persecución contra los socialistas y las ligas de resistencia que llegaría incluso hasta 1936, cuando el dirigente socialista Rogerio Chalé fue asesinado en una emboscada. Muchos, cientos, fueron asesinados, encarcelados y algunas decenas fueron integrados al sistema y corrompidos, formando parte de las estructuras de la nueva dominación política que se iniciaba en la región en aquellos años.
El gobierno estatal socialista que encabezaba Felipe Carrillo Puerto había sido derrocado ilegal y arbitrariamente el 12 de diciembre de 1923, por los soldados federales de la guarnición local, siguiendo las órdenes y deseos de la oligarquía henequenera yucateca, que así iniciaba una contraofensiva social para frenar y revertir los cambios en favor del pueblo maya y mestizo yucateco y retomar su poder y fueros, mermados por las medidas del gobierno de Alvarado de 1915 a 1918 y de los gobiernos socialistas desde 1918.
El rostro de la oligarquía yucateca: antidemocrática, ilegal, racista, clasista y su preferencia por el uso de la fuerza quedaría evidenciado nuevamente, como sucede cada cierto tiempo.
Para el golpe militar y el derrocamiento del gobierno socialista la oligarquía aprovechó la crisis y grandes contradicciones en las cúpulas del poder del régimen nacional que iba surgiendo, con la rebelión de las fuerzas que encabezaba Adolfo de la Huerta contra el gobierno de Obregón, que pretendía imponer a Calles como su sucesor en la presidencia, lo que finalmente sucedió.
De la Huerta fue el que pactó la pacificación de las fuerzas de Francisco Villa a la muerte de Carranza. Obregón fue el que asesinó a Villa en 1923. Carrillo tenía alianza con Obregón, pero éste no intentó siquiera impedir su derrocamiento ni asesinato.
Los socialistas yucatecos, influidos por la gran lucha del ejército libertador del sur zapatista y del magonismo, enarbolando banderas de justicia social, habían crecido y avanzado llegando a obtener el gobierno local por la vía pacífica y electoral, a partir de los cambios políticos regionales que impuso la ocupación militar constitucionalista de Alvarado, desde la toma de Mérida en marzo de 1915.
Rotos los férreos diques de la dominación oligárquica henequenera los gobiernos locales, primero el de Alvarado y luego los gobiernos socialistas, fueron imponiendo cambios, reformas y medidas en favor del oprimido y explotado pueblo maya y mestizo yucateco, a la par que crecía el Partido Socialista como instrumento político popular.
Este partido ganó las elecciones estatales de noviembre de 1917, poniendo como gobernador al dirigente socialista ferrocarrilero Carlos Castro Morales, abriendo una etapa de casi 6 años de gobiernos socialistas, que cerraría el golpe militar de diciembre de 1923.


Durante los gobiernos socialistas se repartieron miles de hectáreas de montes incultos a más de 30 mil familias campesinas, se fijaron salarios mínimos y se promulgaron leyes en favor de las mujeres y del control natal, de los trabajadores, de los inquilinos, de divorcio, de expropiaciones públicas y de revocación de mandatos públicos, entre otras.
Se promovió intensamente la educación pública y la formación de cooperativas, se acotó el enorme poder económico autoritario de los hacendados henequeneros, se fundó la universidad de Yucatán, se promovieron ligas feministas y que mujeres ocuparan cargos públicos, aunque no se llegó a promulgar lo del voto a las mujeres.
El asesinato de Carrillo Puerto y los dirigentes fusilados en enero de 1924, así como la represión contra las ligas de resistencia del partido socialista, terminarían por consumar la derrota de las fuerzas populares revolucionarias socialistas de Yucatán y la primavera popular yucateca de 1915-1923, con la paulatina restauración, parcial pero restauración, de un orden oligárquico recompuesto, que vendría a modificarse hasta 1937, con el masivo reparto agrario cardenista de los henequenales y las fincas.
El socialismo de ese partido, el socialismo que encabezaba Carrillo Puerto, no fue un socialismo marxista que pretendiera cambios radicales y de fondo, como el socialismo leninista; fue un socialismo que pretendía cambios y reformas populares no anticapitalistas, emanado del socialismo natural campesino y de las luchas mayas del pasado, surgido de la memoria de los agravios de los últimos siglos, pero sobre todo de los agravios de la guerra de 1847-1901 y de los agravios del auge henequenero, que logró conjuntar a decenas de miles de peones, campesinos, obreros y artesanos mayas y mestizos en una causa política común, que llegó a ser gobierno estatal e iniciar importantes reformas, pero que fue enfrentado con la fuerza de las armas y el crimen y derrotado, para finalmente irse diluyendo entre la represión y la corrupción de algunos de sus líderes.
El socialismo de aquellos años permanece en la memoria profunda del pueblo maya y mestizo yucateco, porque es parte esencial del propio pueblo, aunque alimentado también con los agravios nuevos de las últimas décadas.
En ocasiones alza la cara y dice presente. En febrero-mayo de 1974, cuando las protestas por el asesinato de Efraín Calderón Lara y en defensa de los derechos sindicales y laborales de miles de asalariados. En mayo de 1983 cuando la lucha de los obreros siderúrgicos de Mérida. En enero-junio de 1990, cuando la lucha de los obreros avícolas y del pueblo trabajador de Tetiz y Hunucmá, este recuerdo profundo tomó la escena por asalto e impuso muchos de sus modos, motivaciones y maneras. En 2006-2007 en la lucha por la tierra y por la vida de los mayas de Oxcum. Esta memoria socialista profunda ha demostrado seguir viva.
En memoria de los rebeldes y luchadores populares socialistas caídos, asesinados, reprimidos, encarcelados, ninguneados, que se mantuvieron consecuentes y combativos contra viento y marea, fieles al pueblo trabajador indio y mestizo, alcemos hoy las banderas populares por los derechos colectivos e individuales legítimos del pueblo trabajador de Yucatán y todo México.
Ante esta nueva y profunda ofensiva empresarial corporativa y del co-gobierno del PRI y el PAN, imponiéndonos graves contrareformas, que nos echan 100 años o más hacia atrás en la historia, que pretenden cancelar importantes derechos agrarios, laborales, educativos, fiscales y energéticos, arduamente conquistados desde la revolución de 1910-1919, para la gran mayoría de las y los mexicanos, recuperar la memoria de las luchas y los luchadores nos puede ayudar a afinar la puntería y armar mejor nuestras luchas de hoy y de mañana.

Fuente: Mauricio Macossay Vallado.

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