Felipe
Carrillo Puerto y cientos de asesinados y reprimidos,
a
90 años del fin de una primavera popular yucateca
El
3 de enero de 1924 fue asesinado el gobernador constitucional
yucateco Felipe Carrillo Puerto; fusilado antes del amanecer en
el
panteón general de Mérida, con 12 dirigentes más del Partido
Socialista del Sureste y del gobierno local que éste encabezaba
(entre ellos 3 de sus hermanos).
Fusilados
tras un irregular juicio militar sumario. Tenía 49 años y era el
dirigente socialista más prestigiado del partido que estaba
emprendiendo importantes cambios sociales, económicos,
culturales y
políticos en Yucatán, bajo el afán de justicia social y el
impulso
transformador de la revolución nacional de aquellos años.
Había
sido electo por amplia mayoría, gobernador constitucional, en
elecciones pacíficas, legales y plenamente legítimas en
noviembre
de 1921 e iniciado su gobierno en febrero de 1922, a contra
corriente
de la oligarquía y la derecha local, que complotaría en su
contra
hasta lograr el derrocamiento y el asesinato de los dirigentes y
principales impulsores.
Este
brutal crimen y atentado contra la más elemental legalidad y
base
civilizatoria, abrió un periodo de represión y persecución
contra
los socialistas y las ligas de resistencia que llegaría incluso
hasta 1936, cuando el dirigente socialista Rogerio Chalé fue
asesinado en una emboscada. Muchos, cientos, fueron asesinados,
encarcelados y algunas decenas fueron integrados al sistema y
corrompidos, formando parte de las estructuras de la nueva
dominación
política que se iniciaba en la región en aquellos años.
El
gobierno estatal socialista que encabezaba Felipe Carrillo
Puerto
había sido derrocado ilegal y arbitrariamente el 12 de diciembre
de
1923, por los soldados federales de la guarnición local,
siguiendo
las órdenes y deseos de la oligarquía henequenera yucateca, que
así
iniciaba una contraofensiva social para frenar y revertir los
cambios
en favor del pueblo maya y mestizo yucateco y retomar su poder y
fueros, mermados por las medidas del gobierno de Alvarado de
1915 a
1918 y de los gobiernos socialistas desde 1918.
El
rostro de la oligarquía yucateca: antidemocrática, ilegal,
racista,
clasista y su preferencia por el uso de la fuerza quedaría
evidenciado nuevamente, como sucede cada cierto tiempo.
Para
el golpe militar y el derrocamiento del gobierno socialista la
oligarquía aprovechó la crisis y grandes contradicciones en las
cúpulas del poder del régimen nacional que iba surgiendo, con la
rebelión de las fuerzas que encabezaba Adolfo de la Huerta
contra el
gobierno de Obregón, que pretendía imponer a Calles como su
sucesor
en la presidencia, lo que finalmente sucedió.
De
la Huerta fue el que pactó la pacificación de las fuerzas de
Francisco Villa a la muerte de Carranza. Obregón fue el que
asesinó
a Villa en 1923. Carrillo tenía alianza con Obregón, pero éste
no
intentó siquiera impedir su derrocamiento ni asesinato.
Los
socialistas yucatecos, influidos por la gran lucha del ejército
libertador del sur zapatista y del magonismo, enarbolando
banderas de
justicia social, habían crecido y avanzado llegando a obtener el
gobierno local por la vía pacífica y electoral, a partir de los
cambios políticos regionales que impuso la ocupación militar
constitucionalista de Alvarado, desde la toma de Mérida en marzo
de
1915.
Rotos
los férreos diques de la dominación oligárquica henequenera los
gobiernos locales, primero el de Alvarado y luego los gobiernos
socialistas, fueron imponiendo cambios, reformas y medidas en
favor
del oprimido y explotado pueblo maya y mestizo yucateco, a la
par que
crecía el Partido Socialista como instrumento político popular.
Este
partido ganó las elecciones estatales de noviembre de 1917,
poniendo
como gobernador al dirigente socialista ferrocarrilero Carlos
Castro
Morales, abriendo una etapa de casi 6 años de gobiernos
socialistas,
que cerraría el golpe militar de diciembre de 1923.
Durante los gobiernos socialistas se repartieron miles de hectáreas de montes incultos a más de 30 mil familias campesinas, se fijaron salarios mínimos y se promulgaron leyes en favor de las mujeres y del control natal, de los trabajadores, de los inquilinos, de divorcio, de expropiaciones públicas y de revocación de mandatos públicos, entre otras.
Se
promovió intensamente la educación pública y la formación de
cooperativas, se acotó el enorme poder económico autoritario de
los
hacendados henequeneros, se fundó la universidad de Yucatán, se
promovieron ligas feministas y que mujeres ocuparan cargos
públicos,
aunque no se llegó a promulgar lo del voto a las mujeres.
El
asesinato de Carrillo Puerto y los dirigentes fusilados en enero
de
1924, así como la represión contra las ligas de resistencia del
partido socialista, terminarían por consumar la derrota de las
fuerzas populares revolucionarias socialistas de Yucatán y la
primavera popular yucateca de 1915-1923, con la paulatina
restauración, parcial pero restauración, de un orden oligárquico
recompuesto, que vendría a modificarse hasta 1937, con el masivo
reparto agrario cardenista de los henequenales y las fincas.
El
socialismo de ese partido, el socialismo que encabezaba Carrillo
Puerto, no fue un socialismo marxista que pretendiera cambios
radicales y de fondo, como el socialismo leninista; fue un
socialismo
que pretendía cambios y reformas populares no anticapitalistas,
emanado del socialismo natural campesino y de las luchas mayas
del
pasado, surgido de la memoria de los agravios de los últimos
siglos,
pero sobre todo de los agravios de la guerra de 1847-1901 y de
los
agravios del auge henequenero, que logró conjuntar a decenas de
miles de peones, campesinos, obreros y artesanos mayas y
mestizos en
una causa política común, que llegó a ser gobierno estatal e
iniciar importantes reformas, pero que fue enfrentado con la
fuerza
de las armas y el crimen y derrotado, para finalmente irse
diluyendo
entre la represión y la corrupción de algunos de sus líderes.
El
socialismo de aquellos años permanece en la memoria profunda del
pueblo maya y mestizo yucateco, porque es parte esencial del
propio
pueblo, aunque alimentado también con los agravios nuevos de las
últimas décadas.
En
ocasiones alza la cara y dice presente. En febrero-mayo de 1974,
cuando las protestas por el asesinato de Efraín Calderón Lara y
en
defensa de los derechos sindicales y laborales de miles de
asalariados. En mayo de 1983 cuando la lucha de los obreros
siderúrgicos de Mérida. En enero-junio de 1990, cuando la lucha
de
los obreros avícolas y del pueblo trabajador de Tetiz y Hunucmá,
este recuerdo profundo tomó la escena por asalto e impuso muchos
de
sus modos, motivaciones y maneras. En 2006-2007 en la lucha por
la
tierra y por la vida de los mayas de Oxcum. Esta memoria
socialista
profunda ha demostrado seguir viva.
En
memoria de los rebeldes y luchadores populares socialistas
caídos,
asesinados, reprimidos, encarcelados, ninguneados, que se
mantuvieron
consecuentes y combativos contra viento y marea, fieles al
pueblo
trabajador indio y mestizo, alcemos hoy las banderas populares
por
los derechos colectivos e individuales legítimos del pueblo
trabajador de Yucatán y todo México.
Ante
esta nueva y profunda ofensiva empresarial corporativa y del
co-gobierno del PRI y el PAN, imponiéndonos graves
contrareformas,
que nos echan 100 años o más hacia atrás en la historia, que
pretenden cancelar importantes derechos agrarios, laborales,
educativos, fiscales y energéticos, arduamente conquistados
desde la
revolución de 1910-1919, para la gran mayoría de las y los
mexicanos, recuperar la memoria de las luchas y los luchadores
nos
puede ayudar a afinar la puntería y armar mejor nuestras luchas
de
hoy y de mañana.
Fuente: Mauricio
Macossay Vallado.
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