El Buen Fin no busca ayudar a la economía popular sino facilitarles
ganancias a las empresas monopólicas. Por ejemplo, muchos
establecimientos prefieren ofrecer pagos “a plazos” en lugar de
descuentos reales. Así, las grandes empresas pueden deshacerse más
fácilmente de los inventarios acumulados a lo largo de este año de
franco estancamiento económico. Y cuando sí se ofrecen descuentos
reales, normalmente estos apenas emparejan los precios nacionales con lo
que se cobra por exactamente los mismos productos en los Estados
Unidos. Para realmente beneficiar al pueblo las ofertas tendrían que
ser permanentes en lugar de temporales y al gusto de los oligarcas.
El Buen Fin también fomenta peligrosas prácticas de endeudamiento
personal al estimular la utilización de las tarjetas de crédito. Y con
el sorteo en el que la Secretaría de Hacienda “reembolsará” una pequeña
cantidad a algunos tarjetahabientes el gobierno federal convierte la
irresponsabilidad ciudadana en política pública. Asimismo, las
ganancias para los bancos por concepto de intereses, cobros y comisiones
en tarjetas de crédito durante los próximos meses constituirán una
enorme recompensa para la oligarquía por su “generosa” participación en
el programa. La casa nunca pierde.
En lugar de fomentar el consumo irresponsable, el gobierno tendría que
controlar los abusos de las empresas monopólicas. Por ejemplo, habría
que defender a los mercados populares y a los pequeños y medianos
empresarios nacionales de las grandes tiendas departamentales
transnacionales que incurren en prácticas laborales abusivas, corrompen
autoridades, repatrian sus ganancias a sus matrices y contribuyen muy
poco al fisco. Estrictos controles sobre los precios de productos de
demanda generalizada también ayudarían a generar las condiciones para un
“Buen año” para todos, en lugar de solamente un “Buen fin” para unos
cuantos.
La prensa nacional ha informado que durante los últimos seis años el SAT
ha condonado casi 74 mil millones de pesos a algunas de las empresas
más grandes del país, incluyendo Televisa y Walmart, por concepto de
“créditos fiscales”. A pesar de que el IFAI ha exigido en múltiples
ocasiones al Servicio de Administración Tributaria dar a conocer toda la
información sobre estos créditos, el gobierno federal, primero con
Calderón y ahora con Peña Nieto, se ha negado rotundamente a divulgar
los datos. Hoy las fuerzas de la oscuridad también cuentan con el apoyo
de Gerardo Laveaga, Comisionado Presidente del IFAI, quien en la
votación más reciente sobre el tema defendió con capa y espada los
supuestos derechos de los empresarios más poderosos del país a mantener
en secreto estas millonarias contribuciones recibidas de parte del
gobierno en nombre de todos los mexicanos.
La oligarquía no descansa en su constante afán de expropiar los pocos
ahorros de los dignos trabajadores, estudiantes y profesionistas del
país. Apenas culmine el Buen Fin, iniciará el circo mediático del
Teletón, que tendrá lugar los próximos 29 y 30 de noviembre. Esta
iniciativa es igual de engañosa que la primera. Su principal propósito
no es ayudar a los niños con dificultades, sino reducir la carga fiscal y
mejorar la imagen pública de la televisora más abusiva del país. En
lugar de donar a Emilio Azcárraga los pocos ahorros que pueden quedar
después de los gastos del Buen Fin, habría que ahorrarlos para invertir
en proyectos de autogestión familiar o comunitaria que beneficien a
todos.
Sin duda existen muchos niños con grandes necesidades que deben ser
atendidos. Pero no son los ciudadanos de a pie quienes tienen la
obligación de resolver estos problemas con sus reducidos ingresos, sino
el gobierno que supuestamente nos representa a todos. Las autoridades
tendrían que eliminar la evasión fiscal, cancelar los paraísos fiscales
y, en general, recaudar más impuestos a los grandes empresarios para
poder cumplir con sus responsabilidades sociales mandatadas por la
Constitución.
En lugar de distraernos con el circo mediático del Buen Fin y el
Teletón, habría que inspirarnos con el digno legado de la Revolución
Mexicana, cuyo inicio celebramos este 20 de noviembre. Hoy que la
oligarquía cada día ingenia nuevas trampas para vaciar nuestros
bolsillos, habría que buscar nuevas formas para seguir el digno ejemplo
de grandes luchadores sociales como Emiliano Zapata y Pancho Villa a
quienes debemos mucho más de lo que cualquiera nos imaginamos.
Fuente: Soberanía Popular - John M. Ackerman.
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