Mi nombre es Julio Pisanty Alatorre. Soy
médico, y actualmente estoy por terminar el Internado Médico de
Pregrado en un hospital público en la Ciudad de México. El día viernes,
mientras revisaba a una mujer embarazada, me habló un amigo para
informarme que, al parecer, soy uno de los once “anarquistas” más
peligrosos de la ciudad. Así, por lo menos, dice un artículo publicado
en el periódico Reforma, y replicado en otros medios, supuestamente
basado en un informe realizado por el gobierno del Distrito Federal.
La noticia me tomó por sorpresa. No pude
más que preguntarme: ¿será que sí soy peligroso? Evidentemente, es
falso que mi “peligrosidad” radique en mi “grado de violencia y
participación constante en las manifestaciones que terminan en actos
vandálicos” (como dice el afamado diario). Lo que de mí se dice –salvo
que estudio en la Facultad de Medicina– es pura y llana mentira. El
absurdo se hace tanto más evidente cuanto que la dinámica actual de mi
formación profesional no me permite “la participación constante en las
manifestaciones”
Surge, entonces, una nueva duda: ¿por qué soy peligroso?
¿Será que soy peligroso por pensar que
otra forma de hacer medicina no sólo tiene que ser posible, sino que es
necesaria y urgente? ¿será que soy peligroso por pensar que algo no anda
bien cuando veo gente abandonar mi hospital “público” por no tener el
dinero para pagar tratamientos que les salvarían la vida, y a esto se le
llama “alta voluntaria”? ¿será que soy peligroso por expresar
constantemente la postura de que las enfermedades que padece la gente
son producto de una estructura social injusta? ¿será, tal vez, que soy
peligroso por afirmar que un sistema que se basa en el trabajo de
médicos en formación con jornadas de más de 32 horas sin dormir no puede
ser lo mejor para el público? ¿será que soy peligroso por pensar y
expresar que una reforma que pasa la factura de los gastos en las
escuelas a los padres de familia no puede ser llamada reforma educativa?
¿por creer que, como médico, es mi deber oponerme a una guerra absurda
que ha sembrado mi país de muertos que tenían mi edad? ¿por participar
en un movimiento que puso el dedo sobre la manipulación mediática, esa
misma de la que ahora soy víctima? ¿será que lo peligroso es que somos
muchas y muchos los que pensamos así?
A mi parecer, lo que de mí dice este
“informe”, y la forma en que algunos medios lo han replicado, muestra el
maniqueísmo con el que actúa, en este caso, el gobierno del Distrito
Federal. Muestra también la falsedad de sus supuestas investigaciones,
que buscan presentar explicaciones simplistas sin molestarse en
acercarse aunque sea un poco a la realidad. El GDF y los medios hoy
buscan construir personajes linchables, en lugar de mirar a la
marginación y la desigualdad en el origen de la situación actual. Mi
caso, creo, desenmascara su farsa: ¿un médico que aún cree en el
humanismo, que hace teatro, que intenta ser congruente en la clínica y
la calle, es el radical peligro que invocan cuando intentan regular las
manifestaciones públicas?
Como médico, y como habitante de esta
tierra entre el Bravo y el Suchiate, veo con gran preocupación el rumbo
autoritario en que camina el país. Hoy me tocó vivir un ejemplo, quizá
menor en comparación con los golpeados, los muertos y desaparecidos, de
este autoritarismo que deja clara la necesidad de, como sociedad,
ponerle un alto.
¡Salud y Saludos!
Julio Pisanty Alatorre.
Julio Pisanty Alatorre.
Fuente: SubVersiones.org.
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