La discriminación,
”invisibilizada” en el discurso oficial.
El gobierno hace nación
mediante la homogeneidad; los diferentes están obligados a perder su identidad:
académicos
En el sector salud ocurren graves
casos de diferenciación, pero no existen sanciones para los autores, admite el
titular del Conapred.
Los pueblos indígenas son el
blanco principal de actos de segregación, advierten especialistas.
El carácter racista de la
sociedad mexicana es un fenómenoincuestionable, surgido desde la época de la
Colonia, cuando las clases dominantes establecieron todo un sistema de castas
para justificar sus privilegios, señaló Alicia Castellanos,
profesora-investigadora del departamento de Antropología de la Universidad
Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa.
Aunque el discurso formal sobre
este aspecto ha cambiado en más de 400 años, detalló la académica, estas
jerarquías quedaron profundamente arraigadas, estableciendo en el imaginario
social la categoría de raza y asociándola a la supuesta inferioridad o
superioridad de pueblos y culturas, reforzándola con frases del tipo: No tiene
la culpa el indio, sino el que lo hace compadre o hay que mejorar la
raza.
El racismo ha sido invisibilizadodurante
años con el discurso de que México es una sociedad mestiza, dondetodos somos
iguales, pero se pasa por alto que en esa supuesta igualdad los lugares más
altos los ocupan quienes más se alejan de lo indio y se acercan a lo blanco,
afirmó la especialista.
Desde el siglo XIX, pero con
mayor fuerza después de la Revolución, el gobierno “hace nación mediante la
homogeneidad, de una ‘mestizocracia’ donde se busca asimilar a los diferentes”,
quienes están obligados a dejar atrás su identidad, resaltó Castellanos.
La posibilidad de superarse
Una característica peculiar del
racismo a la mexicana, coincide Emiko Saldívar, profesora del departamento de
Antropología de la Universidad de California en Santa Bárbara, es que brinda a
los diferentes la posibilidad de asimilarse al canon mestizo como una forma de
mejorar.
“El racismo en México es de
asimilación, no de segregación. Se piensa que es más benigno porque te dice ‘si
te pones abusado, haces alguna alquimia y te adaptas, ya no vas a ser víctima
de discriminación’, cuando el verdadero problema es que eso sea una opción”,
enfatizó.
Otro rasgo singular de este
fenómeno a nivel local es que, a diferencia de naciones donde la división
racial es muy clara, en México las posibilidades de combinación son enormes, lo
que da lugar a un juego de apariencias en donde una misma persona puede ser
discriminada en cierto ámbito, pero privilegiada en otro.
En un contexto eres el güero del
grupo, en otro el más moreno y en uno distinto eres igual que los demás. Esa
relatividad nos permite pasar de víctimas a victimarios, en una dinámica en la
que una persona puede quejarse de que no la dejan entrar a un antro porque es
morena, pero al mismo tiempo se cambia de banqueta si ve a alguien más moreno
que él, apuntó Mónica Moreno Figueroa, académica del área de Sociología y
Política de la Universidad de Newcastle, Inglaterra.
Despreciados por su físico
Aunque el racismo es una práctica
de la cual no se habla a nivel institucional y que pocas personas admiten, la
Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010, elaborada por el Consejo
Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), refleja que 23 por ciento
de los habitantes del país no estarían dispuestos a vivir con alguien de
otra raza o con una cultura distinta.
De igual forma, 55 por ciento de
los y las mexicanas admiten que en el país se insulta a los demás por su color
de piel, pero de ese total, 11 por ciento justifican que así sea o están de
acuerdo con que los indígenas son pobres porque no trabajan lo suficiente.
Además, 20 por ciento de las
personas se sienten a disgusto con su tono de piel, 24 por ciento se han
sentido discriminados por su apariencia física y 5.5 por ciento
consideran negativo que la sociedad está formada por gente de fenotipos
distintos.
Otros estudios, como el realizado
por los investigadores estadunidenses Gillette Hall y Harry Patrinos, sobre
pobreza y desarrollo en pueblos originarios de América Latina, arrojó que un
indígena en México con licenciatura ganaba en 1995 poco más de 3 mil pesos
mensuales de sueldo, mientras que un no indígena con el mismo nivel de estudios
ganaba más de 6 mil 500.
Un análisis realizado por la
Universidad de Texas en 2010 indicó que los mexicanos de piel más oscura tienen
57 por ciento menos oportunidades de ir a la universidad en comparación con los
de tez blanca, por lo que sus opciones de trabajo se centran en actividades
como empleados domésticos, obreros, choferes y guardias de seguridad.
Impunidad
Al ser un tema poco discutido y
analizado, la discriminación por racismo prácticamente no se denuncia en el
país, pero aun si esto ocurriera no hay mecanismos legales que castiguen a los
infractores, señaló por su parte el presidente del Conapred, Ricardo Bucio.
De acuerdo con cifras de este
organismo, de 2011 a lo que va de 2014 sólo ha recibido 15 quejas y
reclamaciones por presuntos actos de discriminación racial. En cuatro de esos
casos, los posibles afectados eran afrodescendientes y en seis las víctimas
aparecen como indeterminadas.
En entrevista, el funcionario
explicó que uno de los factores que propician esta carencia es que la Ley
Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación actualmente sólo le faculta
a las autoridades a sancionar a organismos públicos, pero no a individuos o
empresas particulares, quienes son más propensos a este tipo de actitudes.
Por otro lado, dijo, el marco
legal sobre el tema en las diversas entidades de la República es muy
desigual, pues aunque la mayoría de las legislaciones estatales prohíben las
actitudes racistas, en muy pocas se han definido mecanismos adecuados para
actuar en consecuencia.
Hay algunos estados –como
Jalisco, Nuevo León, Sonora y Morelos– donde el tema de la discriminación
racial no está tipificado como un delito, al mismo tiempo que otros ya
aprobaron la creación de instituciones y leyes para combatir esa práctica, pero no
han dedicado un solo peso para hacerlas funcionar, como es el caso de Baja
California Sur, Oaxaca y Chiapas, lamentó.
Un dato que ayuda a entender la
escasa importancia de este asunto para las autoridades es que México firmó y
ratificó en 1975 la Convención para la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial, pero desde ese año y hasta 1996 el gobierno simplemente
negó que en el país existiera el racismo, deploró Bucio.
Nos damos vergüenza
El racismo, en opinión de Alicia
Castellanos, genera en primer lugar undesgaste enorme de energía, pues la
persona siente rechazo y vergüenza de sí mismo, lo que se traduce en un país
incapaz de valorar los saberes, las contribuciones y la riqueza de sus
pueblos y culturas.
“Los mexicanos nos damos
vergüenza y eso es muy triste. Una vez escuché a alguien decir que había
conocido a un chavo muy inteligente, pero que ‘nadie daría un peso por él’
porque era ‘el típico mexicano: chaparrito, flaquito, morenito. Así, muy
insignificante’. Si para nosotros insignificancia equivale a mexicanidad,
contribuimos a nuestra propia opresión”, aseveró Mónica Moreno.
Otros efectos del racismo,
coincidieron las especialistas consultadas, es criminalizar a ciertos grupos
por su apariencia física, culparlos de su pobreza, despojarlos de sus recursos
naturales o simplemente negarles derechos básicos, como en los casos recientes
de mujeres indígenas que han dado a luz fuera de hospitales públicos porque
nadie aceptó atenderlas.
Para desmontar las estructuras
del racismo, dijeron, haría falta poner en marcha programas de educación
intercultural y diseñar una nueva política de medios que no sólo exalte el
modelo occidental de belleza, pero, sobre todo, es necesario hablar sobre el
tema.
Parte de la solución es
exponerlo, abrir espacios donde la gente hable de sus experiencias, ponerle
palabras a lo que vives, porque una de las claves para tolerar el racismo en
México es poder negarlo, asumirlo como algo natural y de esa forma justificar el
privilegio y la desigualdad social, recalcó Emiko Saldívar.
Fuente: La Jornada.
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