lunes, 5 de mayo de 2014

Incuestionable, el racismo en México.

La discriminación, ”invisibilizada” en el discurso oficial.
El gobierno hace nación mediante la homogeneidad; los diferentes están obligados a perder su identidad: académicos
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En el sector salud ocurren graves casos de diferenciación, pero no existen sanciones para los autores, admite el titular del Conapred.
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Los pueblos indígenas son el blanco principal de actos de segregación, advierten especialistas.

El carácter racista de la sociedad mexicana es un fenómenoincuestionable, surgido desde la época de la Colonia, cuando las clases dominantes establecieron todo un sistema de castas para justificar sus privilegios, señaló Alicia Castellanos, profesora-investigadora del departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa.
Aunque el discurso formal sobre este aspecto ha cambiado en más de 400 años, detalló la académica, estas jerarquías quedaron profundamente arraigadas, estableciendo en el imaginario social la categoría de raza y asociándola a la supuesta inferioridad o superioridad de pueblos y culturas, reforzándola con frases del tipo: No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre o hay que mejorar la raza.
El racismo ha sido invisibilizadodurante años con el discurso de que México es una sociedad mestiza, dondetodos somos iguales, pero se pasa por alto que en esa supuesta igualdad los lugares más altos los ocupan quienes más se alejan de lo indio y se acercan a lo blanco, afirmó la especialista.
Desde el siglo XIX, pero con mayor fuerza después de la Revolución, el gobierno “hace nación mediante la homogeneidad, de una ‘mestizocracia’ donde se busca asimilar a los diferentes”, quienes están obligados a dejar atrás su identidad, resaltó Castellanos.

La posibilidad de superarse
Una característica peculiar del racismo a la mexicana, coincide Emiko Saldívar, profesora del departamento de Antropología de la Universidad de California en Santa Bárbara, es que brinda a los diferentes la posibilidad de asimilarse al canon mestizo como una forma de mejorar.
“El racismo en México es de asimilación, no de segregación. Se piensa que es más benigno porque te dice ‘si te pones abusado, haces alguna alquimia y te adaptas, ya no vas a ser víctima de discriminación’, cuando el verdadero problema es que eso sea una opción”, enfatizó.
Otro rasgo singular de este fenómeno a nivel local es que, a diferencia de naciones donde la división racial es muy clara, en México las posibilidades de combinación son enormes, lo que da lugar a un juego de apariencias en donde una misma persona puede ser discriminada en cierto ámbito, pero privilegiada en otro.
En un contexto eres el güero del grupo, en otro el más moreno y en uno distinto eres igual que los demás. Esa relatividad nos permite pasar de víctimas a victimarios, en una dinámica en la que una persona puede quejarse de que no la dejan entrar a un antro porque es morena, pero al mismo tiempo se cambia de banqueta si ve a alguien más moreno que él, apuntó Mónica Moreno Figueroa, académica del área de Sociología y Política de la Universidad de Newcastle, Inglaterra.

Despreciados por su físico
Aunque el racismo es una práctica de la cual no se habla a nivel institucional y que pocas personas admiten, la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010, elaborada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), refleja que 23 por ciento de los habitantes del país no estarían dispuestos a vivir con alguien de otra raza o con una cultura distinta.
De igual forma, 55 por ciento de los y las mexicanas admiten que en el país se insulta a los demás por su color de piel, pero de ese total, 11 por ciento justifican que así sea o están de acuerdo con que los indígenas son pobres porque no trabajan lo suficiente.
Además, 20 por ciento de las personas se sienten a disgusto con su tono de piel, 24 por ciento se han sentido discriminados por su apariencia física y 5.5 por ciento consideran negativo que la sociedad está formada por gente de fenotipos distintos.
Otros estudios, como el realizado por los investigadores estadunidenses Gillette Hall y Harry Patrinos, sobre pobreza y desarrollo en pueblos originarios de América Latina, arrojó que un indígena en México con licenciatura ganaba en 1995 poco más de 3 mil pesos mensuales de sueldo, mientras que un no indígena con el mismo nivel de estudios ganaba más de 6 mil 500.
Un análisis realizado por la Universidad de Texas en 2010 indicó que los mexicanos de piel más oscura tienen 57 por ciento menos oportunidades de ir a la universidad en comparación con los de tez blanca, por lo que sus opciones de trabajo se centran en actividades como empleados domésticos, obreros, choferes y guardias de seguridad.


Impunidad
Al ser un tema poco discutido y analizado, la discriminación por racismo prácticamente no se denuncia en el país, pero aun si esto ocurriera no hay mecanismos legales que castiguen a los infractores, señaló por su parte el presidente del Conapred, Ricardo Bucio.
De acuerdo con cifras de este organismo, de 2011 a lo que va de 2014 sólo ha recibido 15 quejas y reclamaciones por presuntos actos de discriminación racial. En cuatro de esos casos, los posibles afectados eran afrodescendientes y en seis las víctimas aparecen como indeterminadas.
En entrevista, el funcionario explicó que uno de los factores que propician esta carencia es que la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación actualmente sólo le faculta a las autoridades a sancionar a organismos públicos, pero no a individuos o empresas particulares, quienes son más propensos a este tipo de actitudes.
Por otro lado, dijo, el marco legal sobre el tema en las diversas entidades de la República es muy desigual, pues aunque la mayoría de las legislaciones estatales prohíben las actitudes racistas, en muy pocas se han definido mecanismos adecuados para actuar en consecuencia.
Hay algunos estados –como Jalisco, Nuevo León, Sonora y Morelos– donde el tema de la discriminación racial no está tipificado como un delito, al mismo tiempo que otros ya aprobaron la creación de instituciones y leyes para combatir esa práctica, pero no han dedicado un solo peso para hacerlas funcionar, como es el caso de Baja California Sur, Oaxaca y Chiapas, lamentó.
Un dato que ayuda a entender la escasa importancia de este asunto para las autoridades es que México firmó y ratificó en 1975 la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, pero desde ese año y hasta 1996 el gobierno simplemente negó que en el país existiera el racismo, deploró Bucio.

Nos damos vergüenza
El racismo, en opinión de Alicia Castellanos, genera en primer lugar undesgaste enorme de energía, pues la persona siente rechazo y vergüenza de sí mismo, lo que se traduce en un país incapaz de valorar los saberes, las contribuciones y la riqueza de sus pueblos y culturas.
“Los mexicanos nos damos vergüenza y eso es muy triste. Una vez escuché a alguien decir que había conocido a un chavo muy inteligente, pero que ‘nadie daría un peso por él’ porque era ‘el típico mexicano: chaparrito, flaquito, morenito. Así, muy insignificante’. Si para nosotros insignificancia equivale a mexicanidad, contribuimos a nuestra propia opresión”, aseveró Mónica Moreno.
Otros efectos del racismo, coincidieron las especialistas consultadas, es criminalizar a ciertos grupos por su apariencia física, culparlos de su pobreza, despojarlos de sus recursos naturales o simplemente negarles derechos básicos, como en los casos recientes de mujeres indígenas que han dado a luz fuera de hospitales públicos porque nadie aceptó atenderlas.
Para desmontar las estructuras del racismo, dijeron, haría falta poner en marcha programas de educación intercultural y diseñar una nueva política de medios que no sólo exalte el modelo occidental de belleza, pero, sobre todo, es necesario hablar sobre el tema.

Parte de la solución es exponerlo, abrir espacios donde la gente hable de sus experiencias, ponerle palabras a lo que vives, porque una de las claves para tolerar el racismo en México es poder negarlo, asumirlo como algo natural y de esa forma justificar el privilegio y la desigualdad social, recalcó Emiko Saldívar.

Fuente: La Jornada.

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