Facturas falsas
El
negocio comenzó de manera relativamente inocente. Cuando hacía falta una
factura para abultar los gastos y las deducciones, ibas a la Plaza de
Santo Domingo y ahí te la hacían al gusto y barata. Una factura de 5 mil
pesos costaba cuando mucho 200. Calidad de papel y diseño eran
elementos que contaban en el precio. Pero valía la pena la inversión,
porque la podías incluir en tu declaración de impuestos y bajaba tu pago
del impuesto sobre la renta, o el IVA, o ambos. Con el paso del tiempo
surgieron competidores. La Plaza de Santo Domingo pasó a un segundo
plano y surgieron las empresas, o los contribuyentes individuales, que
te vendían la factura por el valor del IVA. El negocio comenzó a cobrar
tamaño industrial. No es superfluo señalar que estos negocios se
llevaban a cabo entre particulares. El jefe del SAT, Aristóteles Núñez,
estuvo ayer en el programa de radio de Carmen Aristegui, en MVS, y dio
cifras de las dimensiones del fraude: 100 mil millones de pesos en los
pasados tres años. El SAT ha hecho auditorías a 27 contribuyentes en
nueve estados de la República donde pudo comprobarse que estaban
emitiendo facturas falsas. Hay cuando menos 384 empresas que las
utilizan. ¿Pero sólo son empresas privadas? Nop. El fraude también se
comete –dicen los que saben– en las oficinas de compras del gobierno,
incluidos los tres niveles y las paraestatales. Hay funcionarios que
tienen ‘‘provedores’’ de facturas y están pagando un buen precio. En la
contabilidad gubernamental aparece que hicieron una compra, libraron el
pago, lo justificaron con una factura falsa, pero la mercancía nunca
llegó al almacén. Se dice en el medio que estarían metidos en la jugada
los ‘‘provedores’’, los jefes de compras, los secretarios de finanzas y
hasta los gobernadores de algunos estados. Si tomamos en cuenta al
‘‘sector oficial’’, la cifra de 100 mil millones de pesos quedaría muy
corta. Pisó un terreno resbaloso y quebradizo el tenaz jefe del SAT,
Aristóteles Núñez, porque hay mucho influyente involucrado.
Las ventas netas de Grupo Bimbo fueron de 173 mil 139
millones de pesos el año pasado. Es el productor de pan más importante
del país, pero también tiene una línea de gansitos, pingüinos, donitas,
submarinos, etcétera, que eventualmente serán alcanzados por el impuesto
que acordó la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados. Es
natural que Bimbo y otras empresas reaccionen airadamente contra el
gravamen que pegará en utilidades y precio de botanas, confitería,
chocolates, flanes, pudines, dulces de frutas, de leche, cremas de
cacahuate, cereales, helados, nieves y paletas. Se pretende gravar con
un impuesto especial de un peso no sólo a los refrescos, sino también a
los alimentos con una densidad calórica mayor o igual a 275 kilocalorías
por cada 100 gramos. La comida chatarra, pues. La motivación de los
congresistas es plausible, lo único que puede criticarse es que haya
tardado tantos años, porque la chatarra está destruyendo la salud de la
población, particularmente de los niños. Todavía tiene que pasar por la
prueba de ácido del Senado y son empresas tan poderosas que no puede
descartarse el veto presidencial.
Manos ocupadas
En el debate que la diputada perredista (ala mancerista)
Karen Quiroga sostuvo con sus colegas Enrique Flores, del PAN, y Ricardo
Mejía Berdeja (Movimiento Ciudadano), a propósito de que Peña Nieto
compró los votos de la ‘‘izquierda’’ con el Fondo de Capitalidad, a
cambio de su voto en favor de la reforma hacendaria y fiscal, surgió una
frase digna de celebrar: ‘‘Deje de molestar y perjudicar a la izquierda
desde un discurso falso, porque con la izquierda protesta y con la
derecha cobra’’, le dijo Karen a Ricardo. ¿Será? Está circulando tanto
dinero en el tianguis de San Lázaro que algunos diputados cobran con la
izquierda, ¡y también con la derecha!
Fuente y nota completa: La Jornada - Galván Ochoa.
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