viernes, 18 de octubre de 2013

Dinero, por Galván Ochoa.

Facturas falsas
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El negocio comenzó de manera relativamente inocente. Cuando hacía falta una factura para abultar los gastos y las deducciones, ibas a la Plaza de Santo Domingo y ahí te la hacían al gusto y barata. Una factura de 5 mil pesos costaba cuando mucho 200. Calidad de papel y diseño eran elementos que contaban en el precio. Pero valía la pena la inversión, porque la podías incluir en tu declaración de impuestos y bajaba tu pago del impuesto sobre la renta, o el IVA, o ambos. Con el paso del tiempo surgieron competidores. La Plaza de Santo Domingo pasó a un segundo plano y surgieron las empresas, o los contribuyentes individuales, que te vendían la factura por el valor del IVA. El negocio comenzó a cobrar tamaño industrial. No es superfluo señalar que estos negocios se llevaban a cabo entre particulares. El jefe del SAT, Aristóteles Núñez, estuvo ayer en el programa de radio de Carmen Aristegui, en MVS, y dio cifras de las dimensiones del fraude: 100 mil millones de pesos en los pasados tres años. El SAT ha hecho auditorías a 27 contribuyentes en nueve estados de la República donde pudo comprobarse que estaban emitiendo facturas falsas. Hay cuando menos 384 empresas que las utilizan. ¿Pero sólo son empresas privadas? Nop. El fraude también se comete –dicen los que saben– en las oficinas de compras del gobierno, incluidos los tres niveles y las paraestatales. Hay funcionarios que tienen ‘‘provedores’’ de facturas y están pagando un buen precio. En la contabilidad gubernamental aparece que hicieron una compra, libraron el pago, lo justificaron con una factura falsa, pero la mercancía nunca llegó al almacén. Se dice en el medio que estarían metidos en la jugada los ‘‘provedores’’, los jefes de compras, los secretarios de finanzas y hasta los gobernadores de algunos estados. Si tomamos en cuenta al ‘‘sector oficial’’, la cifra de 100 mil millones de pesos quedaría muy corta. Pisó un terreno resbaloso y quebradizo el tenaz jefe del SAT, Aristóteles Núñez, porque hay mucho influyente involucrado.

Submarino
Las ventas netas de Grupo Bimbo fueron de 173 mil 139 millones de pesos el año pasado. Es el productor de pan más importante del país, pero también tiene una línea de gansitos, pingüinos, donitas, submarinos, etcétera, que eventualmente serán alcanzados por el impuesto que acordó la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados. Es natural que Bimbo y otras empresas reaccionen airadamente contra el gravamen que pegará en utilidades y precio de botanas, confitería, chocolates, flanes, pudines, dulces de frutas, de leche, cremas de cacahuate, cereales, helados, nieves y paletas. Se pretende gravar con un impuesto especial de un peso no sólo a los refrescos, sino también a los alimentos con una densidad calórica mayor o igual a 275 kilocalorías por cada 100 gramos. La comida chatarra, pues. La motivación de los congresistas es plausible, lo único que puede criticarse es que haya tardado tantos años, porque la chatarra está destruyendo la salud de la población, particularmente de los niños. Todavía tiene que pasar por la prueba de ácido del Senado y son empresas tan poderosas que no puede descartarse el veto presidencial.

Manos ocupadas
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En el debate que la diputada perredista (ala mancerista) Karen Quiroga sostuvo con sus colegas Enrique Flores, del PAN, y Ricardo Mejía Berdeja (Movimiento Ciudadano), a propósito de que Peña Nieto compró los votos de la ‘‘izquierda’’ con el Fondo de Capitalidad, a cambio de su voto en favor de la reforma hacendaria y fiscal, surgió una frase digna de celebrar: ‘‘Deje de molestar y perjudicar a la izquierda desde un discurso falso, porque con la izquierda protesta y con la derecha cobra’’, le dijo Karen a Ricardo. ¿Será? Está circulando tanto dinero en el tianguis de San Lázaro que algunos diputados cobran con la izquierda, ¡y también con la derecha!

Fuente y nota completa: La Jornada - Galván Ochoa.

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