La desaparición de 43
alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, ‘‘no es un caso superado y
no puede hablarse de que se cierre el expediente. Sigue abierto: falta buscar
la verdad, ver qué dicen los jueces, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), los resultados periciales solicitados al extranjero y conocer
el destino de los estudiantes. No debe estar cerrado, no puede hablarse de una
conclusión’’, acotó el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH), Luis Raúl González Pérez.
El ombudsman presentó
ayer su informe a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, en la Cámara
de Diputados, y ahí afirmó que no hay manera de recuperar la normalidad que el
país tenía antes de los casos Tlatlaya y Ayotzinapa, porque ésta ‘‘era anómala,
estaba asentada en buena medida en la simulación, la ausencia de información
pertinente, la desidia, la indolencia y la falta de responsabilidad pública de
quienes propiciaron ese estado de cosas’’.
González Pérez definió
que la agresión a los normalistas ‘‘es grave por su propia naturaleza, así como
por su relevancia y proyección, pues hasta que no se acredite lo contrario
estamos en presencia de desapariciones forzadas, entre otras violaciones a
derechos humanos’’.
Un día después de que
la Procuraduría General de la República (PGR) sostuvo que hay evidencias
suficientes para cerrar el caso, el presidente de la CNDH señaló que ‘‘las
autoridades no podrán dar por concluido este expediente hasta que todos los
responsables sean juzgados y se aclare el destino de los estudiantes
desaparecidos’’.
Además, dijo, se debe
buscar la verdad de estos hechos a fin de que los responsables sean señalados,
puestos ante la justicia y sancionados conforme a derecho.
Para el ombudsman,
lo ocurrido en Iguala constituye el ejemplo más significativo de lo que está
mal en la sociedad mexicana, sobre todo de la infiltración del crimen
organizado en algunas estructuras del Estado, de la displicencia y omisiones.
‘‘Hay que desmontar
ese entramado perverso de complicidades y colusiones cuyo trasfondo no es otro
que la corrupción’’, convocó.
González Pérez
defendió las movilizaciones de respaldo a las víctimas y sus familiares, porque
‘‘son una expresión de hartazgo ante la impunidad, de indignación por la
complicidad entre autoridades y delincuentes, y de inconformidad ante los
abusos de poder y falta de respuesta de las autoridades a las demandas por un
país más justo e incluyente’’.
Expuso que la CNDH
defiende el derecho a la libertad de expresión y a la protesta social, aunque
definió que éstos no son absolutos y pidió que las manifestaciones se mantengan
dentro de los límites de la legalidad, lo que las reviste de mayor legitimidad.
Fuente y nota completa: La Jornada.
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