En
México el gobierno y los legisladores usarán los tiempos del campeonato mundial
de fútbol --cuando el pueblo está más imbecilizado por la TV- para
discutir en tribuna y aprobar leyes sobre la privatización del petróleo. En
México el fanatismo futbolero es mayor (90 por ciento de la población) que el
fanatismo en la Virgen de Guadalupe o Pedro Infante. Se sabe que el fútbol no
es un deporte, que es un negocio empresarial multimillonario y un magnífico
vehículo para que el manipulado pueblo olvide la miseria, la explotación y
opresión del que es víctima. ¿No es acaso el papel de mediatización y control
que han cumplido la religión y los llamados deportes profesionales en todo el
mundo?
¡Qué
maravilloso sería que el pueblo brasileño –luchando contra su miseria y hambre-
impidiera la realización del campeonato mundial! Pasaría a la gran historia ese
pueblo porque supo y logró defender sus derechos contra el enorme despilfarro
del presupuesto público en construcción de estadios y pistas. Nos recuerda que
en México de 1968 gritamos en todas las calles aquellas consignas de:
“Olimpiadas de hambre” y “No queremos Olimpiadas, queremos revolución”. Pero
también recordamos que el fascista gobierno de Gustavo Díaz Ordaz –cuando sólo
faltaban 10 días para la inauguración aquel 12 de octubre- ordenó una gran
matanza de estudiantes cuando se realizaba un mitin en Tlatelolco, ciudad de
México.
Si
el fútbol es el opio del pueblo (como diría Marx de la religión) del que no se
puede escapar, éste como las demás enajenaciones, entretenimientos, drogas y
religiones, sólo pueden acabarse con propuestas interesantes que impidan la
idiotización. Los políticos no tienen propuestas para que el pueblo se acerque
a ellos; por el contrario, sus comportamientos como saqueadores del presupuesto
público, los aísla mucho más. ¿No es acaso la falta de perspectivas, el
desempleo, la miseria y la ignorancia la que han llevado a nuestro pueblo a
buscar algo que “acaricie” o suavice la tristeza y desesperación que sufre?
¿Qué se le ofrece para no tener que acudir a soluciones mágicas que le permitan
otra perspectiva de vida?
El
circo romano, hace más de dos años, tenía la función de que el pueblo de
desahogara gritando y aplaudiendo –pero también bebiendo gigantescas cantidades
de vino- cuando los hombre y las bestias se enfrentaban en lucha a muerte. De
ahí surgió de que al pueblo hay que darle “pan y circo” para mantenerlos
contentos y tontos. ¿Puede olvidarse que cuando los cristianos minoritarios
eran revolucionarios, cuando luchaban contra el sistema establecido y eran
arrojados en los circos para que se enfrentaran a los leones, el pueblo
enajenado y manipulado por el gobierno aplaudía con entusiasmo que destriparan
las bestias a los cristianos? Hoy las cosas han cambiado: se aplaude en los
circos de toros que las bestias sean asesinadas.
En
el mundo, como ha sucedido en las últimas décadas, sufriremos día y noche la
avalancha televisiva y de la radio si los compañeros del pueblo brasileño no
logran que se suspenda ese campeonato. Por salud mental me alejo lo más posible
de la TV y ahora de la radio. Pero también de la política oficial de gobiernos
y partidos porque cada día son más engañosas e increíbles. Pero quienes nos
dedicamos a los análisis u opiniones críticas tenemos la obligación de
enterarnos acerca de lo que sucede aunque los lectores estén pensando solamente
en fútbol comercial creyendo que es un deporte. ¿Seguirán ignorando que tras el
fútbol que creen decente y honesto están los más grandes negocios de políticos
y banqueros?
Fuente: Pedro Echeverría V.
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