lunes, 2 de junio de 2014

México: Discusión entre política corrupta y fútbol comercial que ilusiona e idiotiza a los pueblos

En México el gobierno y los legisladores usarán los tiempos del campeonato mundial de fútbol  --cuando el pueblo está más imbecilizado por la TV- para discutir en tribuna y aprobar leyes sobre la privatización del petróleo.  En México el fanatismo futbolero es mayor (90 por ciento de la población) que el fanatismo en la Virgen de Guadalupe o Pedro Infante. Se sabe que el fútbol no es un deporte, que es un negocio empresarial multimillonario y un magnífico vehículo para que el manipulado pueblo olvide la miseria, la explotación y opresión del que es víctima. ¿No es acaso el papel de mediatización y control que han cumplido la religión y los llamados deportes profesionales en todo el mundo?

¡Qué maravilloso sería que el pueblo brasileño –luchando contra su miseria y hambre- impidiera la realización del campeonato mundial! Pasaría a la gran historia ese pueblo porque supo y logró defender sus derechos contra el enorme despilfarro del presupuesto público en construcción de estadios y pistas. Nos recuerda que en México de 1968 gritamos en todas las calles aquellas consignas de: “Olimpiadas de hambre” y “No queremos Olimpiadas, queremos revolución”. Pero también recordamos que el fascista gobierno de Gustavo Díaz Ordaz –cuando sólo faltaban 10 días para la inauguración aquel 12 de octubre- ordenó una gran matanza de estudiantes cuando se realizaba un mitin en Tlatelolco, ciudad de México.

Hace ya muchas décadas que al pueblo mexicano le importa un carajo la política porque es sinónimo de corrupción; vota porque se le paga o se le compra para ello; casi todos los políticos –sobre todo los del PRI, el PAN y el PRD- se les tiene como bandidos y tramposos. ¿Qué les importa a los políticos tener cara de hampones si a cambio cobran de 300 a 400 salarios de trabajadores cada mes? Para olvidar su pobreza, hambre y desempleo, los miserables acuden al fútbol como si fuera una droga o una borrachera. ¿O acaso no necesita agarrarse o asirse de algo, creer o ilusionarse en alguna cosa, para poder vivir? Si los malditos gobiernos y políticos no resuelven nada y nada podernos hacer, dicen, debemos enajenarnos con el fútbol como una droga.


Si el fútbol es el opio del pueblo (como diría Marx de la religión) del que no se puede escapar, éste como las demás enajenaciones, entretenimientos, drogas y religiones, sólo pueden acabarse con propuestas interesantes que impidan la idiotización. Los políticos no tienen propuestas para que el pueblo se acerque a ellos; por el contrario, sus comportamientos como saqueadores del presupuesto público, los aísla mucho más. ¿No es acaso la falta de perspectivas, el desempleo, la miseria y la ignorancia la que han llevado a nuestro pueblo a buscar algo que “acaricie” o suavice la tristeza y desesperación que sufre? ¿Qué se le ofrece para no tener que acudir a soluciones mágicas que le permitan otra perspectiva de vida?

El circo romano, hace más de dos años, tenía la función de que el pueblo de desahogara gritando y aplaudiendo –pero también bebiendo gigantescas cantidades de vino- cuando los hombre y las bestias se enfrentaban en lucha a muerte. De ahí surgió de que al pueblo hay que darle “pan y circo” para mantenerlos contentos y tontos. ¿Puede olvidarse que cuando los cristianos minoritarios eran revolucionarios, cuando luchaban contra el sistema establecido y eran arrojados en los circos para que se enfrentaran a los leones, el pueblo enajenado y manipulado por el gobierno aplaudía con entusiasmo que destriparan las bestias a los cristianos? Hoy las cosas han cambiado: se aplaude en los circos de toros que las bestias sean asesinadas.

En el mundo, como ha sucedido en las últimas décadas, sufriremos día y noche la avalancha televisiva y de la radio si los compañeros del pueblo brasileño no logran que se suspenda ese campeonato. Por salud mental me alejo lo más posible de la TV y ahora de la radio. Pero también de la política oficial de gobiernos y partidos porque cada día son más engañosas e increíbles. Pero quienes nos dedicamos a los análisis u opiniones críticas tenemos la obligación de enterarnos acerca de lo que sucede aunque los lectores estén pensando solamente en fútbol comercial creyendo que es un deporte. ¿Seguirán ignorando que tras el fútbol que creen decente y honesto están los más grandes negocios de políticos y banqueros?

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