Toda vez que se
habla sobre la forma de gobierno en México, se reitera de manera tajante
desde las vocerías oficiales que es una Democracia, con el
predominio del pueblo en el gobierno. El concepto mismo es atractivo en
el discurso político y fundamentalmente en el electoral. Trataré de
hacer el epitome justificante del por qué de la democracia como ariete
simbólico de política correcta, y posteriormente propondremos la
pregunta: “¿#QuéDemocraciaEsÉsta?”.
Origen del concepto
Comencemos, entonces, hace un tiempo: en la transición del
paleolítico al neolítico. Con el desarrollo de la agricultura y la
construcción de las primeras ciudades, el hombre primitivo (hoy habría
que llamarle el ser humano primitivo por obvias razones), que vivía
siempre en grupo (animal social) o familias de entre 50 y 100 miembros,
comenzó a formar tribus más numerosas por ventajas biológicas (exogamia)
y económicas, como la cooperación para la caza o para protección contra
otras tribus. Este puede ser el inicio de la cohesión social,
según Bertrand Russell, “que empezó con la lealtad hacia un grupo,
reforzada por el miedo a los enemigos”. En algún punto y conforme
crecían las ciudades, se volvió necesario representar en algún jefe la
lealtad a la tribu, permitiendo así aumentar el tamaño de ésta aunque no
todos sus miembros se conocieran entre sí. Con el paso del tiempo las
guerras pasaron de ser de exterminio a conquistas. Los pueblos
conquistados obedecían no por lealtad, sino por miedo. Aquí aparece
entonces la autoridad, para preservar la cohesión social. Otra
herramienta es el credo.
En la “primera comunidad plenamente histórica”, el Antiguo
Egipto, encontramos un régimen de orden, o gobierno, compuesto por una
minoría: el faraón, la aristocracia y los sacerdotes. Posteriormente,
las conquistas romanas, dado su gran poder militar, producía lealtad. Y
se asemeja en gran medida a la llamada Edad Media, donde “Inglaterra,
Francia y España lograron la unidad como resultado de la victoria
militar de un gobernante de una de las regiones de lo que había de
convertirse posteriormente en una sola nación” (B. Russell).
En la civilización griega, madura la ciudad-estado, de origen
fenicio y antecedentes entre el Tigris y el Eufrates, en Mesopotamia.
Heródoto escribe una historia protagonizada por tres personajes de
origen persa: Dario, Otanes y Megabyzo que discuten sobre la “mejor
forma de gobierno”. Cada uno tiene una postura diferente. El resultado
es la exposición de las tres formas “clásicas”: el gobierno de uno
(monarquía), el gobierno de pocos (aristocracia), y el gobierno de
muchos (democracia), y producto del debate, los aspectos negativos y los
positivos de cada una de ellas.
Los “clásicos”, un siglo después, profundizarán en una división
sistemática (¿quién gobierna?), y una división axiológica (¿cómo
gobierna?) de las formas. En la ‘República’, Platón describe su estado utópico, que no existe en ningún lugar (οὐτοπία),
seguido o precedido de cuatro formas: la timocracia, la oligarquía, la
democracia, y la tiranía. Y propone criterios para diferenciarlas: la
violencia o el consenso y la legalidad o ilegalidad. El criterio
axiológico de Aristóteles será diferente: el bien común, o el bien
individual (de quien gobierna). Escribe en la ‘Politica’ sobre
las categorías del gobierno bueno de uno (monarquía), de pocos
(aristocracia) y de muchos (politia), y del gobierno malo de uno
(tiranía), de pocos (oligarquía) y de muchos (democracia). En los
conceptos de Polibio, la democracia se referirá al buen gobierno de
muchos, e introduce el término ‘oclocracia’ (ὀχλοκρατία) para referirse
al mal gobierno de muchos.
Entonces, de acuerdo con la terminología clásica, la forma de gobierno actual, sería una oclocracia generada electoral que democratiza la oligarquía: Un aparato legal prevé condiciones para un momento que podría ser democrático: las elecciones (no democracia
directa, ideal de Rousseau), pero se vuelve oclocrático ante la compra y
coacción del voto, el bajo nivel de politización de la sociedad,
fraudes y la influencia mediática, entre otros factores. Después de las
elecciones, la participación social en la política es de exiguo impacto,
pero el proceso electoral ha ‘democratizado’ la oligarquía electa ante
la comunidad internacional.
Polibio (historiador) propone el gobierno mixto como mecanismo
de equilibrio. “El arreglo de las tres formas de gobierno consiste en
que el rey es frenado por el pueblo que tiene una adecuada participación
en el gobierno, y el pueblo es a su vez lo es por el senado” (N.
Bobbio).
División de poderes
Hagamos un salto histórico hasta Maquiavelo, que a diferencia de la
división aristotélico-polibiana, expone dos vertientes: el principado (o
reino) y la República, que comprende la aristocracia y la democracia.
Bodin define la soberanía, y Jean-Jacques Rousseau dice que ésta reside exclusivamente en el pueblo. Rousseau escribe en el Contract Social que
el pueblo “piensa que es libre y se engaña, lo es solamente durante la
elección de los miembros del Parlamento [se refería al inglés]: tan
pronto como éstos son elegidos, vuelve a ser esclavo, no es nada”. Vico
expone una concepción dialéctica de la historia. En Hobbes y
Montesquieu, como en el gobierno mixto, aparece una división de poderes:
un gobierno ‘moderado’ por una disociación (legislativo, ejecutivo y
judicial). La división de poderes actual es la propuesta de Montesquieu y
Locke. Teóricamente, esta división serviría como contrapoder ante cualquier abuso de las mismas.
El lector notará que el epítome es en su mayor parte eurocéntrico. En
lo que refiere a este artículo debe serlo, ya que estos modelos fueron
los importados y que explican el funcionamiento político-electoral
actual. Llamemos a este espacio genoestructura política. Ésta es
determinada y determina al juego social, donde los actores
(sindicatos, electores, universidades, empresas, empresas
transnacionales, etc) interactúan, dicho sea de paso, de manera
asimétrica, para lograr sus objetivos. También hay una determinación del
entorno global (geopolítica e instituciones internacionales, como el
FMI, el BM y la OMC). El resultado, explica Zygmunt Bauman, excelente
sociólogo-filosofo polaco, es una democracia reducida. “En el mundo de
las finanzas globales, la tarea que se le asigna a los gobiernos
estatales es poco más que la de grandes comisarías”.
¿Qué democracia es ésta?
Con una participación de poco más del 60% en el momento electoral, y a
poco más de un año de las elecciones, tenemos una sociedad que
desaprueba en su mayoría al ejecutivo en turno (según Mitofsky), que
tomó posesión sitiado y autoencapsulado en un cerco de vallas de tres
metros. En el sexenio anterior, FCH asumió el cargo por fraude; se diría
en la ‘Edad Media’ ex defectu tituli, ó iustum non habet titulum dominandi.
Un sexenio antes se da el ejemplo perfecto de oclocracia electoral: los
ciudadanos en su conjunto compraron la propaganda foxista de
alternativa. Zedillo tuvo en su primer año una aprobación social incluso
menor a la actual. Y con Salinas tenemos otro fraude electoral.
Fuente y nota completa: Dario Riva Palacio en La Jornada.
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