lunes, 13 de abril de 2015

EPN: "Esquirol"


Durante la séptima Cumbre de las Américas, celebrada los pasados 10 y 11 en Panamá, se ratificó la derrota de Washington a manos de un pueblo latinoamericano cada día más consciente, participativo e independiente. En lugar de aplaudir a Barack Obama por la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el mensaje central fue de celebración de la victoria del pueblo cubano sobre la retrógrada estrategia de bloqueo imperial. La mayoría de los presidentes latinoamericanos también exigieron a Obama que cancelara inmediatamente la ridícula categorización de la administración de Nicolás Maduro como amenaza para la seguridad nacional de Washington.

El principal obstáculo para el surgimiento de una poderosa unión regional que logre finalmente establecer relaciones de respeto e igualdad entre los pueblos al sur y al norte del río Bravo es la vergonzosa captura del Estado mexicano por los intereses más oscuros de Estados Unidos. El abyecto servilismo del gobierno de Enrique Peña Nieto con el vecino del norte no solamente ha profundizado la corrupción y los derechos humanos en México, sino también mantiene dividida a América Latina.

El mandatario mexicano jamás escatima esfuerzos para alabar la supuesta valentía y visión del líder estadunidense. En su última reunión con Obama en Washington, el pasado 6 de enero, Peña Nieto incluso prometió ayudar a Estados Unidos con su hipócrita e intervencionista misión de promover la democracia y el respeto de los derechos humanos en Cuba. En la Cumbre de las Américas, Peña Nieto repitió el mismo mensaje sobre Cuba sin articular el mínimo cuestionamiento sobre las nuevas sanciones a Venezuela.


Y para que no quedara ninguna duda sobre la lealtad del régimen autoritario mexicano a Washington, el Senado de la República aprobó el jueves pasado una reforma a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos que permitirá a agentes de Estados Unidos portar armas y hacer valer directamente las leyes de su país en México. Aquella reforma implica una drástica modificación histórica, así como una grave afectación a la soberanía nacional al abrir la puerta para una expansión sin precedente de la presencia de las fuerzas de seguridad estadunidenses en México.

El 10 de abril, los policías de Peña Nieto ratificaron su subordinación a Washington al evitar la realización del Viacrucis de migrantes indocumentados centroamericanos desde el albergue Hermanos en el Camino, en Oaxaca, dirigido por el cura y dirigente social Alejandro Solalinde, hasta el Distrito Federal. El objetivo de la movilización era denunciar el estratosférico aumento en las violaciones a las garantías básicas de los migrantes a partir de la entrada en vigor del Programa de la Frontera Sur por el gobierno mexicano por órdenes de Washington.

Desde la llegada de Peña Nieto, México ha fungido como leal perro guardián de Estados Unidos en contra de los hermanos y hermanas de Centroamérica. El pasado 6 de enero, Peña se comprometió públicamente con Obama en la Casa Blanca a mantener nuestra política de mayor control en la frontera sur con Guatemala. Unos días después, Washington autorizaría nuevos recursos millonarios para apoyar con la modernización de aquella frontera.

No sorprendió a nadie entonces que Obama celebrara durante la Cumbre de las Américas el trabajo sobresaliente de Peña Nieto. Después de poco más de dos años en el poder, el mandatario mexicano no solamente ha logrado privatizar el petróleo y profundizar las políticas neoliberales, sino también participa plenamente en el desplazamiento de la frontera sur de Estados Unidos hacia la frontera con Guatemala. El gobierno de Peña Nieto también trabaja a marchas forzadas para promover el nuevo Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o Transpacific Partnership) con sus agresivas medidas de protección de inversionistas en contra de la regulación gubernamental y la soberanía nacional.

Habría que evitar a toda costa la escisión definitiva de México de la región latinoamericana y su incorporación formal dentro del bloque político de América del Norte bajo las órdenes de Washington. Ello podría revertir en un solo golpe los grandes esfuerzos recientes para finalmente dejar el legado del imperialismo estadunidense en el pasado.

La actual lucha por el establecimiento de un nuevo gobierno digno y soberano en México no compete entonces solamente al pueblo mexicano, sino también a todos los ciudadanos de América Latina. México requiere urgentemente del apoyo y la solidaridad activa de sus hermanos y hermanas del sur para juntos construir una verdadera democracia, con paz y justicia, en todo el continente.

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